Por: Juan Ramón
Velázquez Mora (Invitado Especial)
La
trama (si la hay) va así: Guido Anselmi es un prestigiado director de cine
sufriendo un bloqueo creativo y problemas gástricos. Los médicos le recomiendan un periodo de
descanso en algo como un spa, adonde lo acompañan todos los que debería evitar:
el equipo de rodaje completo, una amante y su esposa. Todo transcurre mientras Guido trata de
ocultar el hecho de que su creatividad parece haberse esfumado y no tiene ni la
menor idea de cómo hacer la película que se supone está realizando. Mientras todo lo presiona, se da tiempo para
fantasear y mezclar deseos y reminiscencias con la vida cotidiana. Todos bailan al final.
Antes
de 8 1/2 Fellini había dirigido películas de calidad inigualable pero todavía
deudoras de la generación anterior, la de sus maestros los neorrealistas. Aunque cargadas con las preocupaciones
estéticas y muchos destellos de la imaginación que después encontraría cauce
libre, las películas "neorrealistas" de Fellini todavía no terminaban
de destapar la botella que contenía al demonio.
8 1/2 representó el paso de un realismo que a Fellini sólo le servía
como límite formal, hacia un acceso libre a las mareas del inconsciente,
poniendo en imágenes un mundo interno e apariencia absurda, pero con una
coherencia tan evocadora que no se me antojaría vivir en un mundo privado de
sus imágenes. La resonancia que Fellini
alcanzó a partir de esta obra tiene muchas veces raíces autobiográficas. Fellini moldeó la arcilla de su experiencia,
de su memoria y de sus fantasías hasta volverla una escultura que no por ser
personal pierde su alcance universal.
Las
primeras veces que la vi presentía su grandeza pero no se me revelaba por
completo. Recordaba con especial emoción
la secuencia final en la "nave espacial", con todos los personajes de
la vida de Guido bailando con la marcha inolvidable de Nino Rota al rededor de
una pista de circo. Es una escena
impactante, no importando si es la primera o la vigésima vez que uno la
atestigua. Sin embargo, la película en
general me parecía confusa, extraña,barroca y hasta desesperante. Tuve que verla una tercera vez (después de
más de dos años de la última ocasión) para que se me descubriera su rotunda
belleza.
No
hay aspecto de 8 1/2 en donde no se note una intencionalidad por parte de su
autor. Dejando de lado los aspectos
demasiado evidentes que tiene de relato autobiográfico, Fellini logra revestir
con arte y oficio el núcleo vivencial y anecdótico del a historia. Lo que importa va mucho más allá. La película es deliberadamente barroca, deliberadamente
extraña, deliberadamente
confusa. Todas los aspectos analizables
son en esta cinta de Fellini un pedazo más para construir la catedral de buen
gusto y maestría autoral que fue armando con paciencia de orfebre. El arte de hacer películas alcanza un grado
de sabiduría y equilibrio tan delicados que no siento que nada falte ni sobre
en este ejercicio monumental de talento.
La
única biografía válida para un artista es la que nos deja en su obra Podemos distinguir el rastro de su vida
interior a través de ella. En el camino
de todo creador hay nodos, puntos focales.
Hay obras que son las estrellas de la constelación, que ponen las pistas
para el dibujo que le trazarán encima los críticos y los historiadores. El casos e 8 1/2 es uno de los más claros
ejemplos de obra trascendental para la historia de un creador de primera línea
y, por ende, para la historia de su arte.
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