Por: Juan Ramón Velázquez
Mora (Invitado Especial)
Cuando comenzaron a aparecer los pósters de Casino
Royale con la cara de Daniel Craig, allá por el 2006, yo no callaba mi
indignación. Para empezar era rubio y su
cara de pato encandilado me parecía indigna para un personaje que admiré desde
mi primera infancia. No lo bajé de
"pinche pendejo" hasta que vi la película. Entonces no tuve más remedio que aceptar el
hecho de que no sólo no había decepcionado en el papel, sino que había hecho
una de sus interpretaciones definitivas.
Hoy, con una película mediocre de por medio, se exhibe en los cines la
última versión fílmica del 007. Esta vez
el título es "Skyfall" y está dirigida por Sam Mendes, el enorme
director de "American Beauty" y "Road to Perdition". Otra vez mis expectativas volvieron a
acumularse con mucha anticipación, pero esta vez para bien.
Desde "Casino Royale" se notaba que la
antigua franquicia había asumido el cambio de épocas y las nuevas formas de
hacer cine de acción. Las películas
sobre Jason Bourne habían dejado como fetiches camp a la pluma explosiva y el
carro invisible de Pierce Brosnan (los excesos de antaño mejor ni
mencionarlos). Cuando "Quantum of
Solace" se rodó todavía no se disparaba el misil atómico llamado "The
Dark Kinght" y era de esperarse que la siguiente entrega le debiera mucho
al Batman de Nolan; a fin de cuentas son personajes con muchas similitudes,
aunque a diferente profundidad.
Las comparaciones no han cesado pero creo que en
muchos casos se deben más a la fascinación cuasi religiosa que ejerce la saga
de Nolan sobre sus seguidores que a las películas por si mismas. Nolan supo darle seriedad y complejidad a los
héroes inocentes que existen desde mucho antes que MTV, pero nunca supo cómo
filmar una buena pelea.
Es un hecho entonces que las películas de James
Bond al fin supieron adaptarse al cine contemporáneo. Creo que ahí se encuentra el gran fondo de
"Skyfall". Toda la película es
un inteligente homenaje a la vez que una muy entretenida película de acción;
todo sin caer nunca en el fan service corriente ni en la afectación
pretenciosa que Nolan no siempre pudo evitar.
Los guiños y one-liners están insertados con muchísima elegancia,
mientras que las secuencias de acción llegan a niveles muy elevados de
elaboración cinematográfica.
Las películas "de espías" como James Bond
son un producto que parecía inconcebible sin la guerra fría detrás. En aquel entonces los buenos (occidente, los
valores capitalistas, el imperio, Su Majestad) eran MUY buenos y los malos (los
rojos totalitarios y compañía) eran terroríficos. Actualmente -y se nos dice casi textualmente
en una parte de la película- esas líneas antaño tan pulcras se han vuelto
bastante opacas. El espionaje de la
vieja guardia, lubricado con exceso en los martinis y las mujeres, parece un
capricho nostálgico frente a la facilidad de hacer click en una computadora.
Es la misma
disyuntiva entre ver una película en el cine cuando se tienen todas las
opciones al alcance de la mano o entre salir con tus amigos a charlar en vez de
pasártela viendo sus fotos en Facebook.
En ese sentido "Skyfall" es una película que habla sobre sí
misma: ¿Qué justificación existe para hacer películas con el 007 como
protagonista en pleno 2010, a 50 años de que Sean Connery le coqueteara por
primera vez a Miss Moneypenny? Ésa es la pregunta que Sam Mendes respondió con
eficacia, demostrando que hasta los clichés más anquilosados de la cultura
popular pueden tener nuevo resplandor cuando se ponen en manos de la
creatividad y el buen gusto.
"Skyfall" conmemoró el 50 aniversario del James Bond fílmico de
la única manera deseable: con una excelente película. Después de haberla visto, estoy convencido de
que mientras el cine exista van a seguirse haciendo películas del personaje con
licencia para matar inventado por Ian Fleming.
No hay comentarios:
Publicar un comentario